lunes, 13 de febrero de 2017

3. Los cuentos

Nombres en los que me he basado: Beatriz, de Mucho ruido y pocas nueces ( Much ado about Nothing ) de William Shakespeare y Héctor de la Ilíada, de Homero.

Hace muchos, muchos años, en un país muy lejano y triste, vivía una mujer anciana a la que todo el pueblo iba a pedirle consejo. Era una mujer muy humilde, y ofrecía su ayuda a aquél que la necesitaba.
Un día, fui a visitarla para contarle el sueño que había tenido últimamente. Siempre se repetía. Un chico, rubio, alto, andando detrás mío. Cuando aceleraba el paso, él también, hasta que el chico encubierto se detenía siempre en el mismo lugar. Justo enfrente del cartel que mostraba la salida a la libertad, la carretera que llevaba a la gran ciudad.
La anciana me dijo: espera, esta noche, a las 22:22, donde se detiene, así entonces hallarás todas las respuestas.
Así hice, siguiendo cada instrucción de la mujer. Cuanto más me acercaba al cartel, percibí cómo sus palabras cambiaban. Se podía distinguir una cerradura, pero, ¿y la llave?
De entre la oscuridad, vi al rubio. Incluso parecía que brillaba. Llevaba algo en la mano. No se porque, pero no me asusté, al contrario, ese chico que me atormentaba todas las noches ahora tenía la sensación de que podía confiar en él.
Extendió su mano y se presentó: “Hola, soy Héctor, tu debes de ser Bea, me han dicho que me esperabas”. En ese momento no sabía qué decir ni hacer. En mi cabeza las palabras se peleaban por salir, en cambio mi boca no era capaz de pronunciar ni una sola letra.
Al fin él dijo algo:
-Tranquila Bea, dime, ¿cuál es tu pregunta?
Yo seguía muda, hasta que armé todo el valor que pude para decirle:
-¿Por qué me sigues? ¿Por qué siempre te detienes aquí?
En mi cabeza rondaban muchas más preguntas, pero creí que esas, tal vez, serían las más adecuadas. Parecía que Héctor ya se esperaba esas preguntas, y al instante me respondió: “Yo no te sigo, tu me encontraste, me necesitabas y me detengo aquí porque es lo que más deseas en este mundo. Quieres salir de este pueblo, pero no sabes cuál es el lugar indicado, el adecuado para ti. Por eso me veías en tus sueños, me llamabas”. Cuando acabó de pronunciar esas palabras, cogió la llave que tenía en la mano y la estampó en el cartel, justo donde estaba la cerradura. La llave desapareció. El cartel se dividió en dos y en él se podía leer: Por aquí Bea. Entonces Héctor echó a correr hacia donde indicaba el cartel. No podía dejarle ir, necesitaba más respuestas.
Le seguí tan rápido como pude, pero él era ligero como una pluma y veloz como un lince. No le podía alcanzar. De repente, al final de la calle interminable se abrió como una especie de cascada. Héctor se paró en frente de la cortina de agua, era como una capa  de terciopelo cubriendo el bosque que había detrás, la más increíble que nadie podría ver en su vida. Héctor me estaba esperando. Antes de cruzar me dijo: “Te espero detrás, tranquila, esto es lo que realmente quieres” y saltó.
Cogí aire.
Tres: ¿Qué me esperará allá? ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Dos: ¿Cómo sabía la anciana todo esto? ¿Debería saltar? Puede que no sea lo correcto
Uno: Me arrepentiré si me quedo aquí. Vamos allá.
Y salté.
Todo estaba oscuro, no era capaz de distinguir absolutamente nada. Entonces, empecé a oír un pitido ruidoso y continuo. Me desconcertaba totalmente, no podía oír mis pensamientos. Se encendió una pequeña bombilla y el pitido cesó. Prácticamente no iluminaba, pero poco a poco recuperaba la vista. Me encontraba en una habitación de paredes grises, con una puerta. La abrí y detrás hallé un jardín inverosímil.
Sentada en una butaca, descansando, se encontraba la anciana y a su lado, Héctor. No me di cuenta hasta que observé todo el paisaje pero,delante mío se ubicaba una gran ciudad, con edificios imposibles de construir. Era increíble. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Héctor se volvió hacia mí. Me miró y dijo: "Bienvenida a tu verdadero hogar".

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