Caminaba por el prado, cuando de repente me encontré a un chico. Me sonaba mucho su rostro. Recorcholis, que guapo era, le pregunté su nombre; se llamaba Willliam, William Smith. Al escuchar su nombre, ya sabía de que me sonaba. Era el amigo del hermano de mi mejor amiga Rachel. Aveces, de pequeños, jugábamos en un campo parecido. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y me alegré al encontrármelo. Él fue quien me regaló, a los 8 años, a Richard el camaleón, una pequeña figura hecha de arcilla. La guardaba desde que era una niña.
Hola! ¿Te acuerdas de mí?, le dije. El me contestó: "la verdad es que no, pero creo que te conozco".
Acto seguido, saqué la pequeña figura de mi bolsillo y al verla le cambió el rostro. El libro que sujetaba se cayó al suelo, sobre la hierba húmeda. Una gran sonrisa se dibujó en la cara de los dos. Velozmente nos abrazamos y nos reímos a carcajadas.
Estubímos un rato hablando de los viejos tiempos, la tarde se me hizo muy breve... De repente se escuchó una voz que me resultaba muy familiar. William se giró y le dio un beso a una chica morena.¡Era Rachel! Me sorprendí al verla, y creo que ella al verme también. Seguidamente nos abrazamos y le susurré al oído: ¿Sois pareja? Me dijo que sí, que estaban prometidos y la semana que viene se casaban. La verdad es que siempre me gustó Will, pero ya no podía hacer nada. Ellos se marcharon por un lado, y yo por otro, cogiendo la figura dispuesta a deshacerme de ella como el hizo con mi corazón.
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