martes, 31 de enero de 2017

El laberinto del fauno

El camino



Hace muchos, muchos años, en un país muy lejano, había una chica muy humilde llamada Venus, que vivía en un pueblo pobre. Ella, tenía 14 años, era alta, con melena oscura y ojos claros. Su carácter era siempre el mismo, con una sonrisa en su hermosa cara, amable y muy humilde a pesar de su pobreza. La gente del pueblo, siempre que la veía, la saludaba, porque en ese lugar remoto, nunca, a parte de ella, hubo una joven tan bella.
Sus padres ya no existían, pues meses después de nacer, quedó huérfana. La madre murió en el parto y su padre, a los pocos meses de que naciera, se enfermó y murió. Ella, se tuvo que quedar con su hermana mayor Atenea, ya que no tenía más familia.  
La distancia de edad era de 10 años, pues en esos tiempos Atenea tenía 24 años.  Desde que murió el padre, unos amigos cercanos de los padres las adoptaron. Ellas vivieron allí hasta que Atenea cumplió los 18 años, pues ya pudo empezar a trabajar y ella no quería molestar, pues esas personas no eran su familia, a pesar de que las alimentaban, les dieron un techo donde dormir y las matricularon en el colegio. Atenea tomó la decisión de irse a vivir a su antigua casa. Ella lo deseaba desde que se fueron a casa de aquellos amigos. Atenea empezó a trabajar en una hostelería mientras que Venus iba a la escuela, y cuando volvía, hacía sus deberes y al acabar, siempre pensaba en el porqué de sus nombres, en porque les pusieron nombres de diosas. Venus, desde que tenía uso de razón, siempre soñaba por las noches, en que iban al olimpo, a pesar de que su nombre era de una diosa romana. Atenea, no le negaba lo de soñar, pero si le decía que dejara de soñar lo mismo, de que iban juntas al olimpo y después veían a sus padres y se despertaba, nunca podía acabar el sueño.
6 años más tarde, Venus cumplió 14 años, y su hermana Atenea le regaló un colgante de un olimpo donde si buscas bien, se encuentran las iniciales de ellas dos. Venus, de la emoción, se puso a llorar y le agradeció un montón ese regalo. Nunca se lo quitó.
Pues en ese entonces, Venus ya se había olvidado del sueño, y con ese colgante, la misma noche volvió a soñar. No cambió nada, siempre se quedaba igual, se volvió a quedar con esa intriga que se quedaba cuando era pequeña. A la mañana siguiente se lo contó a Atenea, ella le dijo que era normal, ya que era un recuerdo muy fuerte. Pero noches después, sucedió algo extraño, Atenea soñó con el mismo sueño que el de Venus, y así noche tras noche. Hasta que un sábado, Atenea decidió contárselo a Venus. Las dos hermanas se quedaron hablando sobre el tema, pues muy pocas personas sueñan lo mismo durante mucho tiempo. Estas, pensaron que pronto se les olvidaría, pero no, cada noche veían un poco más de lo que sucedía en el sueño. Hubo un punto donde vieron su misma casa, pero con una puerta muy peculiar, de color dorada y con un paño de plata. Ellas, durante el tiempo libre, la intentaban buscar, pero no la encontraban hasta que un día, bajaron al sótano y vieron cajas llenas de polvo y una cortina vieja y sucia que cubría algo que brillaba y deslumbraba. Pues tuvieron la tentación de quitar la cortina, pero vieron que era muy tarde para estar ahí, así que se fueron a cenar y más tarde a dormir.
Al día siguiente volvieron a bajar y quitaron la cortina vieja y sucia y vieron la puerta de sus sueños, entonces al verla, se dieron cuenta que estaba limpia y reluciente como en el sueño. No supieron si entrar o no, pues en el sueño, al llegar ahí ya se despertaban para hacer cada una sus tareas. Al principio dudaron, pues no sabían si detrás de aquella puerta misteriosa habría algo bueno o algo malo. Finalmente optaron por abrirla y entrar. Cuando entraron vieron su sueño pero al revés, en vez de primero estar en el olimpo, ver a sus padres y ver la puerta, fue justamente lo contrario. Venus y Atenea no se lo podían creer, pues al entrar vieron el olimpo, era exactamente como en sus sueños. Después de entrar, vieron muchos dioses y extrañamente, debajo del olimpo estaban los dioses romanos, esto fue algo que ellas no vieron en el sueño. Ellas pensaron que era un sueños dentro de su mismo sueño y pues no era así.
Después de que se quedaran mirando ese bello paisaje, vieron a dos personas caminar hacia ellas, ante esta situación, se quedaron paradas, observando. Atenea le dijo que se parecían a sus padres, Venus no lo pudo saber ya que ella no los conoció.
Cuando los cuatro estuvieron frente a frente, las dos personas que se acercaron y se presentaron. La mujer era Minerva, diosa romana de la inteligencia y el hombre era Poseidón, dios griego del mar. Estos eran pareja y mientras su presentación, Atenea no podía parar de pensar que se parecían demasiado a sus padres. Después, Minerva y Poseidón les dijeron que tenían que seguirlos, y la dos hermanas lo hicieron. Venus iba pensando en lo magnífico que era poder estar allí, para ella fue como un sueños hecho realidad pero mejor.
La pareja las condujo hacia una sala del olimpo donde allí conversaron sobre lo sucedido.
Atenea antes de que explicaran todo, les preguntó: “¿Cómo es que la puerta estaba justamente en nuestro sótano?” Entonces Minerva le contestó que tiempo al tiempo, todas sus dudas serían contestadas. En cambio, Venus seguía pensando en sus cosas.
Cuando Poseidón empezó ha hablar, Venus empezó a prestar atención. Él empezó diciendo el porqué de sus nombres, ya que era la pregunta que más se preguntó Venus durante su infancia.Atenea tenía ese nombre ya que sus padres sabían que sería como su madre, inteligente; le pusieron el mismo nombre que su madre pero en griego, ya que los padres no querían que tuviera el mismo nombre. A Venus le pusieron ese nombre, ya que al nacer era hermosa y no les gustaba el nombre de la belleza griega. Después comenzó ha hablar Minerva, ella dijo que sus padres no murieron, sino que se fueron al mundo donde se encontraban ellas porque eran dioses y tuvieron que morir en su mundo porque llevaban demasiado tiempo fuera del suyo. Entonces, Atenea les preguntó: “¿Dónde se encuentran?”. Minerva y Poseidón se miraron y se lo contaron, eran ellos sus padres, fueron ellos quienes hacían que soñaran con ellos, pues no tuvieron otra opción que decírselo a las hermanas, se morían de ganas por contárselo. Al enterarse Venus se quedó más impresionada que Atenea, ya que Atenea ya se lo suponía desde el principio por el parecido que les encontró. A las hermanas se les caían las lágrimas, pues por fin Venus conoció a sus padres y Atenea los volvió a ver, pero no pudo durar mucho tiempo ese reencuentro tan emotivo. Sus padres les tuvieron que hacer decidir, si quedarse con ellos y no volver a la Tierra, o volver a la Tierra y olvidarse de todo. Todo para ellas tenía partes positivas y negativas.
Después de un rato pensando, Atenea y Venus decidieron quedarse, pues eran sus padres y no querían perderles otra vez. Este era su deseo, estar en familia.
Días después, a Venus le entró la curiosidad de saber porque los dioses griegos y romanos convivían juntos, el porqué de los sueños que les provocaban sus padres y el porqué de que se fueron a la Tierra, así que se lo preguntó a su madre, Minerva le contestó que se fueron a la Tierra porque Zeus y Júpiter negaron su relación, entonces decidieron irse pero volvieron porque el día que nació Venus si se quedaban un año más, se harían inmortales, así que Minerva decidió ir primero para convencer de vivir juntos, y cuando lo consiguió, Poseidón volvió. Como querían que sus hijas volvieran para reunir a la familia, hicieron que soñaran en ese sueño porque Júpiter y Zeus les negaron regresar, y si regresaban se convertirían en inmortales.
Durante mucho tiempo, esta familia se unió cada día más y Venus acabó sus estudios y Atenea los retomó. También encontraron allí el amor, pero de eso mejor ya habrá otra historia.
FIN

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