domingo, 12 de febrero de 2017

3. LOS CUENTOS
CENTELLA Y EL ROJO CARMESÍ

Érase una vez, en un mundo muy lejano, donde el rojo era un color prohibido y no se creía en la violencia, y en lo que eso suponía: derramar sangre, nació una niña con el pelo rojo carmesí y la piel blanca perlada, se llamaba Centella.
Poseía cualidades como la sutileza, la vivacidad, la agudeza y el ingenio, aún así nunca pudo mostrarse tal y como era, en parte porque siempre tenía que ir repleta de capas y capas que taparan su largo pelo.
Un día fue a comprar al pueblo manzanas, de camino un fuerte viento la lanzó al suelo, dejando así ver su larga melena. La gente se quedó perpleja al ver ese color cinabrio intenso. Pero, como hace la mayoría, la discriminaron por ser diferente a lo que habían acostumbrado a ver.
Rápidamente apareció la guardia real, la cogieron a la fuerza, y se la llevaron a lo alto de las heladas montañas. El pueblo los siguió enfurecido. Una vez allí la ataron a un tronco talado y la maltrataron hasta dejarla sin aliento llamándola bruja, hija del demonio, procedente de los infiernos, entre otras barbaridades.
Antes de que diera su último aliento  recitó estas palabras: “Puede que vaya a morir, pero no moriré ocultándome, entretanto vosotros intentaréis diluiros en lo ordinario, traicionando a así vuestro verdadero yo”, y seguidamente arrojaron el tronco con Centella atada.
Así fue como Centella acabó en las montañas estirada… donde su clara piel se difuminaba con la nieve, su pelo se camuflaba con su roja y fluida sangre y su corazón con los fríos vientos…
Los aldeanos habían traicionado su propia regla, no derramar sangre, y no solo eso, si no que lo habían hecho por simple miedo a lo desconocido.

El cielo decidió maldecir a los aldeanos con la prohibición de tener sentimientos propios e hizo que Centella se transformara en centellas mientras se iba volando por los aires, desapareciendo así en el cálido y rojo Sol.

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